Él ha resucitado de los muertos y está de pie allí al lado suyo

55-0410S
Mi Redentor Vive

¿Se han detenido Uds. a pensar esta mañana, en cuanto a regresar, en cuanto a llegar a ser visible? Él ya está aquí con nosotros ahora. Él… algún día nosotros… Ahora hoy, solo imaginen que Su Presencia está aquí hoy. El Señor Jesús está en otro mundo o en otra dimensión, aquí mismo hoy en forma de Espíritu. Su Espíritu se está fusionando con nuestro espíritu. Nuestros ojos no pueden verlo a Él, porque aún son físicos, a menos que algo sucediera, que pudiéramos ver una visión. Pero, Él está aquí tan visible, tan real como el día en que le habló a María en el sepulcro o que encontró a Cleofas camino a Emaús. Su Presencia está aquí.

Se puede sentir con esa, palpar con esa carga interna que está en el cuerpo humano llamada el nuevo Nacimiento. El alma ha sido magnetizada a Él. Y de vez en cuando, cuando Uds. permiten que sus mentes se concentren en Él, creyendo en Él; después de un rato, Algo, una realidad, uno puede sentir Algo que innunda su ser. Esa es la vindicación de Su resurrección.

No es: “Me supongo”; no es: “Eso espero”.

Pero para cada persona que nace de nuevo, es un: “Sé que así es”; es que: Ud. lo sabe. Está allí mismo, y porque Ud. entra en contacto con Él. He visto a santos decir: “¡Oh, puede Ud…!”. La Presencia del Señor está cerca. Ellos dicen: “Pues, ¡hay Algo!”. Bueno, seguro. Él está allí mismo. De pie… Él ha resucitado de los muertos, y está de pie allí al lado suyo.

Ahora, algún día, cuando vayamos a estar con Él, estos espíritus aquí por dentro, que pueden sentir ese Espíritu, entran en Él. Luego en la resurrección, cuando Él Se haga visible, nosotros seremos visibles y tendremos un cuerpo como Su Propio cuerpo glorioso. Pues, cuando nosotros vengamos de ese mundo de los espíritus, nos traerá con Él. “Todos los muertos en Cristo Dios traerá con Él en la resurrección”. ¡Oh, qué claro está! ¡Qué cosa más bendita!

Pan diario Filipenses 3:21
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.